Es mediados de Marzo. Mientras despunta la primavera, yo voy retomando poco a poco el ritmo de la vida y de mis lecturas, esta vez de la mano de Dos chicas de Shanghai. Las hermanas Chin me conducen de la mano por la algarabía de una de las ciudades que, desde siempre, ha estado entre las más populosas y exóticas del mundo; precisamente en la época en que la ciudad tenía brillo propio y era conocida entre los muchos extranjeros que la habitaban como la París de Asia, o la Perla del Yangtse.

Lo que más me animó de esta compra particular, fue que la decisión de comprar el libro fue cosa de un instante. Puro instinto, amor a la vista y cero participación de mi cerebro. Ver el libro en la vitrina de la librería, entrar, leer su contraportada y pagarlo, fue cosa de cinco minutos. Creo que la falta de control que pueden tener otras mujeres para comprar ropa, la puedo tener yo para comprar libros; lo que no me sonroja, pues los veo como una inversión muy duradera y constructiva.

Sin embargo, al volver a casa, me asaltaron las dudas. ¿Será que esta autora (Lisa See, una autora de historias de mujeres que mencioné en mi pasado artículo) continúa con su habitual estructura de tener dos protagonistas femeninas, con toda la carga emocional que ello implica? La respuesta es sí; pero es sí, porque siempre que haya mujeres, habrá emocionalidad de por medio. Lo que difiere, es la forma de tratarla y de enfocarla.

En el caso de estas Chicas de Shanghai, sin embargo, hay una fuerte carga emocional; pero la historia no le da muchas vueltas a ésta ni la toma como punto principal. Más bien la sitúa como una referencia a la mente de las protagonistas en medio de circunstancias históricas y sociales complejas que las forzaron a adaptarse y llevaron a que evolucionaran como mujeres, con todo el sufrimiento que ello conlleva, llegando finalmente a completarse y comprender su verdadero rol en las vidas de cada una.

Conmovedora, dinámica, valiente y divertida, es la historia de estas chicas de Shanghai!