La enorme biografía de Steve Jobs fue mi lectura principal en diciembre. Más que un recuento de su vida, que no es muy difícil de hacer para alguien que tiene un computador con acceso a internet debido a la cantidad de información biográfica que apareció en los medios a raíz de su muerte este año, lo interesante del libro radica en el acceso que tuvo su autor al propio Jobs; a sus allegados, compañeros, enemigos y colegas en la industria informática, que contextualizaron sus decisiones (erroneas o acertadas) dando un paisaje muy completo de las decisiones que moldearon dicha industria a lo largo de su trayectoria en el campo del consumo masivo.
La obra subraya no sólo el carácter, excéntrico si se quiere, pero con seguridad obsesivo y perfeccionista de Jobs; enuncia, uno a uno y de manera muy sutil, los rasgos de innovación, la vocación constante de mejoramiento y los principios de administración del fundador más carismático de la compañía de la manzana, que la llevaron a la posición privilegiada en el mundo de los negocios en la que ahora se encuentra.
Más que mesías, como lo quieren ver sus fans más recalcitrantes, Jobs fue un visionario con un gran sentido común y de los negocios que se centró en la creación de valor y la innovación desde las experiencias, llevando a una cadena de avances más o menos polémicos o revolucionarios y al fortalecimiento de una empresa en una época en que parecía que todo aquello por lo que abogaba no tenía sentido.
Walter Isacson no hace con este libro un trabajo sentimental o apologético. Cumple una labor de documentación y de presentación de los últimos treinta años de historia empresarial de una zona geográfica y una industria de gran valor para los Estados Unidos que se mantiene, como la mente de uno de sus creadores, en constante evolución.