Hotel Ramsés Hilton, El Cairo
Pipe se rió con ganas la mañana siguiente cuando le contamos de nuestras aventuras nubias de la noche anterior. Conocedor de mi timidez y, por lo tanto, de mi sufrimiento en circunstancias como las de anoche, maliciosamente habló acerca de una “terapia de choque” y de los resultados que ésta producía en algunos pacientes, mientras empacábamos nuestras maletas para tomar la carretera del desierto con rumbo al Aeropuerto de Asuán.
Desde allí volaríamos al Cairo de nuevo, para el final de los días de la excursión. Formábamos parte de un convoy. Antes de la revolución los turista simplemente íbamos por tierra; pero en estos tiempos se hizo necesaria la escolta policial; por lo que a nuestro vehículo se subió, al lado del chofer, un miembro de las Fuerzas Armadas con uniforme completo y un muy tranquilizador AK-47 a la mano; mientras vehículos militares abrían y cerraban la caravana de vehículos turísticos que por las siguientes tres horas cubrirían la ruta hasta Asuán, ciudad desde la que despegaríamos con rumbo al Cairo.
Cuando por fin llegamos al caótico Cairo nos estaban esperando, gracias a Dios, de nuestra agencia de viajes; por lo que no hubo que sufrir pensando en buscar un eventual medio de transporte hacia el hotel. Aun así, el tremendo tráfico de la ciudad nos volvió a sorprender
Decidimos quedarnos por los días que estuviéramos en El Cairo en el Ramsés Hilton. Este hotel queda en plena Plaza Tahrir, por lo que su ubicación es céntrica con respecto a la ciudad y es cercano al Metro; lo que hace más fácil salir a explorar la ciudad por cuenta propia. Cierto, no tendremos la vista de las pirámides que habríamos tenido en el Meridien -que era la segunda opción- pero ¿para qué irse a dormir a los extramuros, cuando la acción está en la ciudad? …bueno, una primera parte de la respuesta, como pudimos apreciar, podría ser el detalle del orden: los alrededores del hotel parecen sacados de las peores calles de los centros de Medellín y Bogotá, con basuras tiradas libremente, negocios invadiendo el espacio público, un coqueto edificio de oficinas gubernamentales quemado por los rebeldes (no sé si lo haya descrito en la entrada del Museo Egipcio) y un ruido que es parte de la esencia de la ciudad.
Francamente, no me imagino al Cairo en silencio…pero bueno…de pronto como a las tres de la mañana se suavizan y llegan casi a cesar los pitos y el ruido citadino, hasta dos horas después, cuando el muecín comienza de nuevo el llamado a la oración y la ciudad, que no parece descansar nunca, vuelve de nuevo a la vida.