Attatürk, el Padre de los Turcos, había ya inspirado una columna en mi blog, cuando conocí su país. Ahora, inspira además una columna como lectura; pues dediqué la mitad de este mes a leer su biografía.
Para comenzar, es válido decir que en este académico país no hay muchos ejemplares de la vida de Attatürk para la venta; por lo que, un poco entristecida por no haber podido encontrar una biografía decente cuando estuve por allá, le pedí a mi tía –que volvió en una escala de un viaje posterior- que por favor me consiguiera un ejemplar.
Descubrí que me consiguió la mejor biografía disponible en el mercado. El libro, homónimo del personaje, está escrito en inglés y su autor es Andrew Mango; quien no sólo vivió en Estambul, sino que estudió en el prestigioso Instituto de Estudios Orientales en Oxford, y se dedicó con posterioridad a cubrir el servicio de la BBC en turco e hindi. De acuerdo con la crítica, es el occidental con mayor conocimiento de Turquía, y este libro es conocido como su mejor obra.
Ahora, el libro en sí se asimila físicamente a un ladrillo; ya que tiene 666 páginas en su edición de bolsillo (?), apenas como para asustar a los supersticiosos. De éstas, las últimas 133 son citas bibliográficas; muy apreciadas por nerdos como yo.
Esos mismos referentes posibilitaron a Mango reconstruir de la manera más fiel y precisa no sólo el tiempo histórico y las actividades públicas de Mustafá Kemal Attatürk sino también bosquejar una semblanza de su carácter, su carisma, su magnética personalidad y su arrolladora fuerza de voluntad; que le valieron el apelativo, precisamente, de Kemal (el Perfecto).
Los estertores finales del Imperio Otomano, apodado el Abuelo Enfermo de Europa; la batalla de Gallípolli en la Primera Guerra Mundial y los tratados de Versalles -que se probarían desastrosos con posterioridad- fueron la escuela para el carácter y el surgimiento de Attatürk; cuya obsesión por la política y amor por los ideales de la sociedad francesa provenían de viaje data y eran ampliamente conocidos, como demuestra con amplitud el libro.
No obstante lo anterior, el volumen no cae en los lugares comunes del culto a la personalidad. La propia existencia de abundante material bibliográfico lo impide. Así pues, es posible conocer el retrato del líder con sus virtudes, que no eran pocas; y sus falencias (derrochador, bebedor, galante a veces en exceso y autócrata en toda la extensión de la palabra), no menos abundantes. No obstante, hago aquí la salvedad de que el libro nunca menciona la palabra Dictador, si no era para subrayar el paradójico desprecio de Attatürk por las dictaduras; pues nuestro personaje prefería pensar que era Presidente Vitalicio.
Esta es una lectura para tomar con calma, pues es compleja. Hay muchos actores en juego (como ocurre siempre que finaliza una era), y a veces puede parecer confuso para el lector. Sin embargo, no deja de ser una lectura casi obligada para todos aquellos que quieran conocer un poco más acerca de la historia reciente de un país que fue formado casi a partir de la voluntad de hierro de una persona; conocer un poco más acerca de la geopolítica de una región estratégica para la Humanidad y, sobre todo, hacer una reflexión útil para estos tiempos, respecto a la integración de Oriente y Occidente que encontramos en el párrafo final del libro:
“El mensaje de Attatürk es que Oriente y Occidente se pueden encontrar en el terreno del respeto mutuo y los valores seculares universales; que el nacionalismo es compatible con la paz, y que la razón humana es la única guía verdadera en la vida. Es un mensaje optimista, y su validez siempre estará en duda. Sin embargo, es un ideal que debemos respetar”.
ME ENCANTARÍA LEERLO, LÁSTIMA MI POBRE INGLÉS!!!