No he conocido un grado más sofisticado de autoflagelación que las redes sociales. Ejemplo de esto son el FOMO (Fear Of Missing Out, en inglés; o el temor de estarse perdiendo algo); la ansiedad por estar lejos del celular; el síndrome de vibración fantasma; los problemas de autoimagen que sufren algunas personas por la influencia de las redes sociales; e incluso, padecimientos médicos como problemas cervicales (por estar casi siempre con el cuello inclinado) y algo de tendinitis.
Habiendo dicho eso, admito a continuación que gustosamente me entrego a esta forma de sufrimiento, como casi todos en mi generación; y lo hago desde casi todas las plataformas posibles, excepto Snapchat. No he podido comprender el concepto de Snapchat, ni mucho menos manejarlo; lo que quiere decir que he fracasado un poco como Millennial o que, como efectivamente sucede, pertenezco a la camada de los Millenial viejos.
En fin…volviendo al tema, disfruto de mi presencia en redes sociales; pero desde hace algunos meses me entrego al exquisito dolor de seguir librerías en mis redes sociales, particularmente en Instagram; donde sigo a la Librería Nacional (@librerianacional), el FCE (@fcecolombia), Libros Antimateria (@librosantimateria) y Librería 9 y ¾ (@9trescuartos), sólo por mencionar a mis librerías de confianza en Medellín.
¿Por qué Instagram? Suena como una pregunta válida. Esta red social está más ligada en el imaginario colectivo a la moda, el estilo de vida (comida, viajes, bienestar), la fotografía y el fotoperiodismo en general. Son famosas las cuentas de National Geographic y dos de sus fotógrafos, Steve McCurry (Niña Afgana) y Michael Yamashita; Pete Souza (fotógrafo oficial de Barack Obama en sus dos periodos presidenciales) y, por supuesto, la Nasa, con sus bellas fotografías del espacio.
¿Qué motivaría a alguien para usar esta red para compartir –y promocionar- libros, entonces? En primer lugar, que son complementarios. Aquella idea de que las imágenes son lo opuesto de las palabras es maniquea y muy simplista. Confesémoslo: muchas veces, la ilustración y el diseño de la cubierta llaman casi tan poderosamente la atención como un buen título, y no hay nada de malo en ello, pues para eso están diseñados: para que el libro se destaque en el estante, produzca curiosidad y aproxime al lector.
Este postulado, además, parece partir de la base de que el cerebro humano funciona como una seguidilla de compartimentos estancos; siendo uno de ellos la lectura, otro escuchar música, otro ver TV, etc. No soy neuróloga ni nada remotamente parecido; pero ya les he compartido algunas veces los efectos que tiene en mí como lectora el mezclar la lectura junto con otras actividades. Es imposible que, siendo como somos seres integrales, las áreas de nuestro cerebro no se relacionen entre sí cuando hacemos el ejercicio abstracto de leer el significado de una imagen (asociándola con un concepto) o leer un concepto en un libro, asociándolo con alguna imagen. ¿Eso no es lo que llamamos “imaginar”?
Es por eso que veo perfectamente lógico y válido usar una red social como Instagram como herramienta para difundir libros, hablar de literatura y compartir el espíritu de las lecturas. Por esas mismas razones que, creo, ha tenido éxito esa estrategia: porque involucra varias áreas de nuestro cerebro y nos hace pensar de forma integral.
Las redes sociales son más peligrosas de lo que nos quieren hacer creer, https://www.infobae.com/america/mundo/2017/11/06/las-millonarias-inversiones-secretas-de-rusia-en-facebook-y-twitter/ , pero hablando de como instagram se ha convertido en una plataforma para comentar y recomendar libros, tengo que decir que me parece una muy buena idea, y es que algunos de mis amigos que están estudiando fuera suelen subir fotos de los sitios que visitan, las fiestas a las que van y también las películas o libros que les gustan. En definitiva es una buena forma de mantener el contacto!
He empezado a usar Instagram y lo que más disfruto son las fotos de tantos lugares del mundo por conocer!