Miami es conocida por muchas personas como la Ciudad de Mármol. Haciendo un juego de palabras entre el inglés y el español, como la Ciudad de Mar y Mall. Un oasis de playa y compras y diversión. Y pues sí. Aunque es cierto que esa es la primera imagen de Miami que se viene a la cabeza (y fue su primera promoción), pues decir que existe otro Miami, y que lo disfruté este fin de semana.
Hoy desayunamos en el Museo Perez de Arte Moderno. Las instalaciones son preciosas; espaciosas e iluminadas; y dan al Río Miami precisamente en el área del restaurante.
Entramos a la tienda del museo, donde quedé prendada de una libreta para Pipe (que aprecia mucho el humor negro) y un filtro fotográfico para mi, que usé para tomar la foto de arriba…
Aunque mi papá no estaba muy convencido…
También fuimos a Miami Beach, y caminamos por Lincoln Road. Por pura casualidad, nos encontramos un mercado de pulgas delicioso. Era largo, y tenía muchos puestos en los que había desde artesanías y pulseras hasta ventas de segundas y de antigüedades; amén de algunas frutas tropicales a las que poco me pude resistir.
Comimos, como siempre, en el sitio de sushi preferido de mi papá. Sorprendentemente, a mi papá (criado en fincas ganaderas, en una ciudad conservadora) también le gusta este plato. Es el único gusto en el que coincidimos; pues nosotros preferimos la comida mucho más especiada, por influencia de mi mamá. Por la noche hizo un clima muy fresco; más del que asociamos con Miami. De nuevo, recordé que estábamos en un lugar más al nortede lo que creemos; y que mi suéter estaba colgando en un gancho en Medellín.
A pesar de esto, el día fue amigable, agradable y muy tranquilo. Conocí otro Miami qe está ahí, listo para conocerse una vez termina el frenesí de las compras.