A las 9.00 a.m., vestida con lo que mis colegas llamaron “la pinta menos vacacional de la Historia”, me encontré con mi jefe en la que sería la primera de cinco reuniones que logré insertar en un día de ir desde y hacia Brickell, en medio del tráfico de Miami.
Como ya les dije, este viaje comenzó como uno de trabajo. Y comenzó como comienzan muchas de mis relaciones de negocios: con esa pregunta; que achaco a mi cara redonda. A muchas personas les sorprende verme; y asociarme con la persona que hace las llamadas y firma los mensajes. Mi industria valora las canas; por lo que encontrarse una mujer joven en la sala de juntas suele generar algo de perplejidad.
Personalmente, no me ofende que esto suceda. Siempre y cuando no afecte las condiciones de la relación de negocios (lo cual nunca ha sucedido), creo que es un punto de partida diferente y divertido para comenzar a trabajar.
Sí, yo soy Alejandra. Aunque se perciba una diferencia de diez años entre la forma en que me expreso frente a cómo me veo (como me dijeron en una negociación hace poquito), soy la misma persona, y me mueve el mismo amor por los negocios.
De regreso a ellos, el día fue ultra productivo. De Coconut Grove a Coral Gables; de ahí a Brickell y de nuevo a Coral Gables. Uber y el tráfico (milagrosamente suave) del día me ayudaron a mover por la Ciudad del Sol. Ésta, en otra de sus facetas, se está posicionando como un centro financiero para América Latina.
No sólo es un sitio de presencia obligada para todos los grandes bancos de la región (latinos o anglosajones); también es la sede de grandes firmas de auditoría, sistemas y servicios de apoyo a las empresas de América Latina. Éstas, a su vez, tienen la conveniencia del soporte bilingüe, el respaldo de las casas matrices en los Estados Unidos y una corta distancia en avión para hacer negocios, si se requiere que sean hechos personalmente.
Así pues, yendo de un lado a otro se nos fue la mañana. Al medio día, llegué a la oficina para almorzar con mis compañeras de trabajo y entregarles unos detalles que les llevábamos de parte del equipo de Medellín. Almorzamos en un restaurante italiano debajo de la oficina, y de ahí subimos a reunirnos con mi jefe; pues alcancé a introducirquince minutos de reunión con él para contarle de las otras dos reuniones, antes de salir de nuevo hacia Coral Gables.
Esta última parte del día fue más tranquila; más visita que reunión. Conocí el precioso barrio de Coral Gables y tomé el algo en Coconut Grove. Por la tarde, regreso al apartamento de mi papá y a preparar maletas para la segunda parte del viaje: Orlando.