Esta expresión en inglés quiere decir “una disminución desgarradora”, que es lo que he experimentado todos estos días. Siento que, de alguna manera el viaje a Nueva York me va a quedar cojo.
Admito que el asunto me ha dado bastantes vueltas en la cabeza estos días. Creo que se unen varios hechos: primero que nada, está el hecho de que por fin vamos a conocer esta ciudad, donde las 24 horas del días hay cosas para hacer; lo que francamente no ayuda al FOMO del que hacemos gala los millennial. A eso pueden agregar que (por primera vez) viajamos con mi papá; y no quisiera que salieran las cosas mal o que los costos se salgan de control. Y remata la faena las dudas que he tenido sobre si comprando el pase los días serían suficientes; o si valdría más la pena
Después de hacer frente a varios pequeños ataques de ansiedad en los últimos días, llegó un día en que dije “no más”; respiré profundamente, cerré mis ojos, y simplemente llegó el tiempo de hacer frente a la brisa, como decimos en colombiano.
El primer paso fue admitir que ¡es Nueva York! Por supuesto, nos van a quedar cosas en el tintero; y por supuesto, vamos a procurar volver a conocerlas. Esta es una ciudad que nunca se va a conocer en un solo viaje; y donde siempre habrá algo para ver.
El segundo paso, fue comenzar a tachar cosas de la lista hasta alcanzar un costo unitario más racional, que permita asistir a lugares de la ciudad durante los cinco días. Aquí, de nuevo, pensé de nuevo en qué podría ver en una segunda ocasión, para así dedicar también esta primera vez en la Gran Manzana a conocer sus barrios y ver cómo vive su gente.
A partir de ahí, en un tercer paso, comencé a diseñar el itinerario. Como ya les dije, “Mapas, mapas y más mapas”. En ciudades grandes (Ciudad de México, Estambul, Nueva York, etc.), dividir el itinerario por zonas es una bendición: disminuye los tiempos de desplazamiento y los gastos de transporte; y permite conocer mejor los barrios y las personas que viven en ellos: no estás yendo entre sitios a velocidad de metro o bus; sino que estás viendo el paisaje urbano de las personas que habitan la ciudad, estás expuesto a su aire y a sus gustos.
Así que, ya está. Después de estas consideraciones filosóficas y un “A la M….., hagámoslo!” ya tengo listo el itinerario para conocer una de las ciudades más fascinantes del mundo. Próximamente sabrán si acerté o no.
Esa etapa de planear , antojarse de ver todo, quitar sitios por falta de tiempo, vover a buscar, es la que más disfruto, porque pienso, mmmm… Cómo no ver esto? Entonces me digo, a este sitio hay que volver 😀 y es la disculpa para planear otro paseito 😉😉😉
Claro! Si no, ¿cómo sabríamos que hay que volver? 🙂