Seguimos con Victoria Holt y con Los Plantagenet. Esta vez, la autora retoma justo después de la muerte de Enrique II y dedica el tercer volumen de la serie al reinado de Ricardo I; el famoso Ricardo, Corazón de León. Rey Cruzado por excelencia, junto con San Luis; en cuyo reinado sólo pasó la alucinante cantidad de…seis meses…en el país cuyo gobierno ejerció.
Hijo predilecto de Leonor de Aquitania, Ricardo hace un voto solemne de liberar Jerusalén de los musulmanes; motivo por el cual se embarca a Levante, logrando tomar la isla de Chipre y Acre. En una narrativa tan ágil que pareciera por momentos que las páginas se pasaban solas, se suceden por igual campañas, batallas y conversaciones muy significativas entre los personajes; especialmente entre las mujeres.
La autora en ningún momento elude el tema de la posible homosexualidad de Ricardo Corazón de León; pero sí hace que los personajes lo aborden como se hacía en aquel entonces: de manera soterrada y con muchos rodeos. Es a través de las conversaciones que mencionaba anteriormente que Berengaria, la esposa de Ricardo, se va enterando paulatinamente que el Rey prefería mantenerse batallando o en compañía de caballeros y trovadores que de mujeres; como muy sutilmente describe Plaidy.
Son Constanza de Inglaterra (su hermana, la reina viuda de Sicilia) y Leonor de Aquitania las que, en este tramo de los Plantagenet, hacen el papel de “anclas” del Rey: evitan que pierda el control del gobierno; lo ayudan a rescatar cuando lo toman prisionero; le ayudan a sortear dificultades matrimoniales y, finalmente, son las que lo acompañan casi hasta el fin del mundo conocido para que pueda cumplir su voto. Es una historia no sólo de un hombre; sino de sus mujeres.
Y es también el retrato en claroscuro no sólo de un hombre; sino también de una época y sobre todo de una leyenda.