Algo un poco más potente que un espresso y un despertador combinados.

¿No se han despertado ustedes despejados, eléctricos, llenos de adrenalina y vitalidad, a enfrentar lo que se les pase enfrente a lo largo del día y sobrevivir, a como dé lugar?¿No?

Yo sí; y ese efecto que hoy describo sólo me ha ocurrido dos veces en la vida: cuando iba a viajar a Lima con mi amigo Camilo; y su angustia por no tener el pasaporte a mano me despertó en la distancia. La segunda vez fue el domingo pasado, cuando un email me dejó eléctrica a las 7.00 a.m. que, afortunadamente, era de un puente.

¿El remitente? Expedia, en nombre de American Airlines.

¿La razón? Cambio en el itinerario.

¿Qué cambio? Que ahora llegaríamos a Washington a la media noche del 8 de octubre…en lugar de a las 10.30 p.m. AA hizo el cambio porque pensó que las dos horas entre una llegada y la otra no serían de mayor impacto y sugería este cambio.

Ahí sí me puse eléctrica. ¿10.30 p.m.? Leí, sobresaltada. ¡Esto tiene que ser un error, por Dios!

Me levanté de un tirón de la cama, presta a resolver el problemita que tenía enfrente, bajo la forma de un itinerario que, efectivamente, nos quitaba un día entero de conocer Washington; sin contar que corría el riesgo de haber cometido un serio –y potencialmente costoso- error en la planeación del itinerario.

Revisé, sudando frío, y…efectivamente, ese parecía ser el vuelo que originalmente había comprado. ¡Ay de mí! ¡Ahora tendría que cambiarlo!…o tal vez no…Diosss…

Llamé inmediatamente a la aerolínea, para revisar qué había pasado. No es que haya mucho público interesado en revisar tiquetes un domingo en Colombia a las 7.30 a.m.; por lo que mi llamada no demoró mucho tiempo en la cola. Me atendió una señorita muy amable, que inmediatamente vio mi predicamento. Hizo los cambios necesarios; y me aseguró que, sin tener que pagar más (¡bendito sea Dios!) podría hacer el cambio que mejor se acomodara a mi itinerario.

Suspiré, tranquila; di las gracias y colgamos. Pero como nada que llegaba el nuevo tiquete con los cambios; y la página de American Airlines que consultaba todavía me reflejaba que había un valor pendiente de pago (que, para mi terror, era equivalente a comprar de nuevo los tiquetes), me sentí morir del susto. Llamé de nuevo y me atendió la misma señorita que la vez anterior. Con toda la paciencia, me tranquilizó y me aseguró que pronto me llegarían mis tiquetes (“Que ya nos aparecen como pagados” me recalcó con voz cansada) llegarían a mi correo electrónico, bajo el mismo código de reserva.

Efectivamente, justo después de colgar aparecieron los dichosos tiquetes; ya cambiados al itinerario que originalmente había seleccionado. Di las gracias a Dios, a American Airlines y a Fernanda, que muy amable y muy diligentemente me atendió; y salí a preparar mi desayuno. ¡Para que hacer café, si ya nos despertamos con esto!

 

This entry was published on July 12, 2018 at 9:00 am. It’s filed under Diario de Viaje, Viaje and tagged . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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