Octubre 13
Philadelphia/ NYC
En un día bastante gris, desayunamos mejor que bien en nuestro hotel, y nos dirigimos a buscar la casa de Edgar Allan Poe. Distaba 20 minutos; los cuales caminamos por calles muy solas. No sé por qué, pero esta ciudad nos dio la sensación a todos de no tener tanta vida ni tanta alegría como las demás del viaje.
Llegamos a un sitio histórico bastante pequeño pero muy bien cuidado; consistente en dos casas adyacentes rodeados por un jardín. Vimos un video introductorio acerca del periodo de la vida del escritor pasado en la ciudad (que fue el más prolífico de su vida) y recorrimos la vivienda. No pudieron faltar los comentarios acerca de porqué permitieron que la esposa de Poe, tuberculosa y además usando los vestidos y enaguas que usaban en esa época, dormía precisamente en lo que nos pareció un ático mohoso muy poco amigable con su condición médica, al que se accedía por un tramo de escaleras estrechas y empinadas; perfecto para sus vestidos y enaguas largas y voluminosas.
Volvimos al Mall de la Constitución; y decidimos regresar al hotel, reclamar nuestras maletas y salir rumbo a Nueva York. Sin inconvenientes en la primera parte del tramo; pero, en la entrada de la autopista hacia la Gran Manzana, a la altura de Nueva Jersey…un choque. Protagonizado por nosotros…
La cosa fue así: era un día frío; y la capa de llovizna sobre el asfalto se había congelado, convirtiendo la entrada a la autopista en un camino más bien resbaladizo. Un carro blanco, que iba delante de nosotros perdió el control e hizo un trompo, quedando orientado hacia nosotros y golpeando un segundo carro, una camioneta negra. Nosotros, que veníamos en tercer lugar, alcanzamos a frenar (sintiendo, incluso, cómo el carro derrapaba un poquito) para evitar entrar en esa zona de colisión. Pero el muchacho que venía detrás nuestro no sólo no alcanzó; sino que tuvo además que tirar su carro hacia el sardinel para no hacer más daño a nuestro carro alquilado.
Se me bajó todo. Es cierto que hay una ley universal que dice que quien golpea por detrás paga; pero de todos modos el susto que se siente es bastante. Yo estaba muy nerviosa; por lo que me enfoqué en llamar al seguro de colisión que habíamos tomado para saber cómo debíamos proceder y qué formato debíamos llenar.
También me sorprendió, en mis nervios, la sensatez y el respeto en que se manejó el choque. En Colombia se habrían gritado o habrían dejado salir la rabia de alguna manera. Aquí, la primera señora y el muchacho se bajaron, se disculparon, explicaron por qué no habían podido frenar y, acto seguido, llamaron a los seguros y a la policía. Esta última llegó en menos de cinco minutos; revisó informes, tomó datos de todos, nos preguntó si el carro podía moverse (era una abolladura) y nos permitió seguir. Chocados, llegamos a Nueva York un sábado por la tarde.
Llevamos las maletas hasta el alojamiento, al que accedimos sin ningún inconveniente; y a continuación atravesamos la ciudad para entregar el carro en La Guardia. Ahí comenzó nuestro idilio con el sistema de transporte público de Nueva York. Compramos una tarjeta de viajes ilimitados para esos días, la cual fue una ganga: US$ 33 para cada uno; frente al costo unitario de US$ 3 el viaje para cada uno. Así pues, comenzaré a contar trayectos a partir de aquí, en un pequeño aparte al final de cada entrada.
Nos devolvimos a Manhattan, y fuimos a un supermercado “de barrio” -que, de lo bien surtido, casi me produjo ansiedad- y de ahí, por supuesto, a comer; pues no habíamos probado bocado desde un poco después del choque. Después de dar algunas vueltas por Broadway, que queda a dos convenientes cuadras del apartamento (del que, por cierto, Pipe y yo pensamos que tiene las escaleras como la casa de Sirius Black) fuimos a dar a Cleopatra’s Needle (2485 Broadway, New York); restaurante de comida mediterránea que recomendamos por sus buenos precios y su variedad de platos.
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Viajes en Metro* (por persona): 2
*Entiéndase “transporte público”: metro, autobús o sistemas a los que se accede con la Metro Card.