Esta semana he leído Bajo la Misma Estrella, libro en el que se basa la película; y que era mi RetoLector de esta semana: debía leer un libro que hubiera tenido más de un millón de marcas en GoodReads. Y este las cumple sobradamente.
Quiero comenzar por decir que no suelo leer este tipo de libros nunca. N U N C A. No me gustan los libros que se vuelven demasiado masivos; me producen sospechas. Más aún si son romanticones. No me llevo bien con ellos. Las historias de adolescentes me parecen medio aburridas (por patos); y francamente no me conmueven. Creo que es porque no tuve ese tipo de adolescencia superficial: no supe que es hacer un montón de cosas que, supuestamente, hacen los adolescentes y que no me gustan porque siempre me parecieron comportamientos imprudentes, peligrosos, medianamente irracionales o parte de un comportamiento gregario que no supe descifrar y que todavía hoy me intimida.
El hecho de que los protagonistas tengan cáncer, acudan al humor negro como mecanismo de escape a sus incomodidades -las propias de la edad y de la enfermedad- y veneren a una especie de Bukowski exiliado en Amsterdam no contribuye a aumentar mi simpatía. Ah! Y tampoco le encontré el humor al libro.
La narrativa es buena; muy fluida. Pude leer casi 200 páginas de un tirón cuando lo comencé; y el resto de la lectura fue igual de fácil. Sólo que realmente no me gustó. Pero bueno: para gustos están hechos los colores. Y la culpa no está en nuestras estrellas; sino en nosotros, que nacemos bajo ellas; como dirían por ahí.
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Mientras tanto, los griegos…
…o mejor dicho, sus dioses, se enfrascan e involucran en un nivel muy personal en este conflicto. Atenea, que defiende a los griegos, se enfrenta a Afrodita, que apoya a los troyanos; y como resultado del apoyo de Atenea a Diomedes, ésta última es herida. Así, tenemos la primera descripción del Icor, la sangre de los Dioses.
Ares, partidario de los troyanos, también es domado por la diosa Atenea; y herido por mano humana. Así que mientras ambos dioses se recuperan de sus heridas los combates siguen desarrollándose.
(Canto V de La Ilíada)