El Canto comienza en las tinieblas. Insomnes, Menelao y Agamenón se encuentran en mitad de la noche y deciden tener un consejo nocturno. Están preocupados; pues Zeus parece haberse cambiado de bando y ahora favorece a los Troyanos, liderados por Héctor.
Deciden llamar a Néstor (a quien ya deberíamos decir el Sabio) y a varios caudillos para hacer un consejo nocturno. De paso, ordenan endurecer la vigilancia; pues después del ardor de los combates del día, y de la masacre que atestiguamos en el Canto pasado, prefieren ser prudentes.
En este consejo, Diomedes se ofrece voluntario; y escoge como compañero a Odiseo. Valentía y astucia se complementarán en esta expedición nocturna.
Los troyanos estaban en las mismas; pero, a diferencia de los griegos, solamente enviaron a un espía, Dolón. Éste fue presa fácil de los griegos: no sólo lo superaban en número, sino en astucia. El troyano sucumbió fácilmente, y dio a los dos espías griegos todas las posiciones de los troyanos y sus aliados. Decapitado, quedó tirado en el camino mientras Odiseo y Diomedes avanzaban hacia las posiciones de los tracios.
Allá, los dejaron sin caballos con los cuales batallar; y, no contentos con eso, mataron a todos los tracios que pudieron, aprovechando el abrigo de la noche. Sólo pararon la matanza cuando Atenea les previno, pues otro dios podría despertar a los tracios. Los espías tomaron, pues, los caballos, y volvieron como héroes a su campamento.