¡Seguimos con Homero! Aquí, ya la pluma del griego se dedica al padre. Comencemos pues:
Canto V
En la Asamblea de los dioses, Atenea se queja con amargura del destino y el cautiverio de Ulises. Zeus se conmueve a su vez (Atenea parece ser la hija preferida del dios) y ordena a Hermes que vaya adonde Calipso y le ordene liberar a Ulises; y que el héroe llegue en una balsa al país de los esquerios, a que lo honren y consientan como el héroe que es.
Hermes sale a la isla de Calipso. La encuentra en su casa; mientras Ulises está llorando sus penas a la orilla del mar. Hermes habla con Calipso y le transmite el mensaje de Zeus y de la Asamblea de dioses: que el destino de Ulises era regresar con los suyos, y que debía liberarle.
Calipso lamenta que los dioses le envidien la posibilidad de unirse con Ulises, a quien había rescatado de una tormenta; y a quien desea como marido. Pero no se opone a los deseos de Zeus, y acepta que Ulises se vaya y regrese a su país.
Habla con el héroe y le dice que construya una barca, para irse de su isla. Ulises la hace jurar que le permitirá irse; ya continuación van a la gruta a comer. Ulises narra a la ninfa cuánto extraña a su mujer; pero, sabiendo que es inferior en todo a la diosa, no la deja de amar. Ella lo acepta y, al día siguiente, le da un hacha de dos filos y mango de olivo, y una hacheta; para que el héroe construya su barco. En cuatro días construye el barco; y al quinto sale Ulises rumbo a Ítaca, bañado y perfumado por Calipso.
Pero regresa Poseidón de viaje; y ve que los dioses han cambiado de opinión respecto a Ulises. Decide, no obstante, mandarle una tormenta. El héroe se lamenta y alcanza a culpar a Calipso; antes de que una ola lo arrastre lejos del timón, y la tormenta voltee su nave.
No obstante Ino, la hija de Cadmo, está cerca. Rescata a Ulises, y le informa de que es Poseidón quien está en su contra. Le da su velo y le indica que nade hasta el país de los feacios; y que, una vez en la orilla, tire su velo al mar y se aleje de él. Ulises duda. Ya lo han traicionado suficientes dioses, como para creerle a Ino. Decide quedarse en su balsa mientras resista, y nadar cuando toque.
En el agua, lo alcanza a ver Poseidón; quien decide darle más trabajos y pesares a Ulises. Atenea, mientras tanto, ha calmado los vientos y, tres días después, Ulises llega donde los feacios. Llega, sin embargo, a una playa llena de escollos y de rocas puntiagudas; por lo que necesitó de toda la ayuda de Atenea para poder asirse a una roca y, después, nadar hacia un río que halló tranquilo.
Agotado, el héroe descansa en la playa del río bajo dos olivos; agradeciendo una nueva oportunidad de estar vivo.
Canto VI
El canto comienza con Atenea yendo al palacio de Alcinoo, y regañando a la hermosa Nausícaa en sus sueños. La diosa le dice que, como ya va a ser una mujer casada, debe ir a lavar la ropa para estar lista para su matrimonio; y que para eso debe ir a un lavadero (donde convenientemente está descansando Ulises). La insta a pedirle a su padre un carro, para poder transportar mejor la ropa que debe lavar y poder llegar más rápido al lavadero, que está lejos de la ciudad.
La princesa sale con un séquito. Lavan su ropa, y se dedican a jugar un rato a la orilla del río; hasta que una pelota es desviada por la corriente, y el grito de la princesa y la amigas despierta al héroe. Duda, pero finalmente se acerca. Las amigas de Nausícaa se dispersan, con terror; pero ella se queda frente a Ulises.
Él se asombra con su belleza, y le pide que por favor se apiade de él. Que ha sufrido mucho por el camino, y que solamente quiere volver a su casa. Nausícaa lo tranquiliza (así como a sus amigas) y ordena a éstas que lo bañen y vistan; recordándoles el deber de la hospitalidad pues “los extranjeros proceden de Zeus”.
Ulises se lava, y los dioses lo hacen aparecer hermoso. Nausícaa se da cuenta de que es un hombre al que ayudan los dioses, y lo insta a comer y beber.
Luego, se ponen en camino a la ciudad; pero Nausícaa conmina a Ulises a llegar a la ciudad después de ellas, esperando en un campo del rey; para evitar la maledicencia de la gente, reacia a que ella tenga un esposo extranjero y desprecie a los hombres de su país. Luego, le da instrucciones para saludar a los reyes (debe saludar a la reina primero) y así presentarse de la mejor manera ante ellos.