Hace unos días hablaba con una amiga. Por supuesto, de negocios.
En medio de la conversación, que no viene al caso, hubo un momento en que le dije lo siguiente: “Mira, no hay inversión perfecta ni libre de riesgo. Todas las inversiones tienen un riesgo aparejado, así sea el sistémico. Y, con respecto al cumplimiento, entiendo la importancia de que haya la obligación de cumplir estándares; trabajo con eso. Pero en todas partes hay pillos y en todas partes hay gente honrada. En todas partes se inventan la norma y en todas partes se la brincan. Mira, para el ejemplo, a Bernie Madoff: lo único que lo diferencia del escándalo de Interbolsa es la severidad del castigo: mientras los de IB están en casa por cárcel Bernie está en Butner. Al final del día, estás haciendo negocios con personas”
Y a esto es a lo que quiero llegar: somos nosotros. El eslabón final siempre somos las personas: somos quienes hacemos los negocios; quienes tendemos puentes o cerramos puertas. Quienes asustamos o quienes enseñamos.
Cualquier profesión, así sea la más técnica, es una profesión de personas. Ejercida por seres humanos para seres humanos. La economía la manejan seres humanos, y es el comportamiento de esos mismos seres humanos en sociedad lo que define que ésta funcione de forma armónica o no, y sea un desastre.
De ahí la importancia de la ética: si el eslabón final de la cadena, y el pegamento que sostiene el contrato social en orden somos nosotros mismos, ¿qué esperar entonces cuando no hay nada que esperar, porque somos unos perezosos, o sólo buscamos el lucro por el lucro; o buscamos con acabar a los demás para prevalecer nosotros o nuestra verdad? ¿Qué clase de gente somos, y qué clase de sistema tenemos?
Por eso, quien piense que ejerce una determinada profesión porque está lejos de las personas (o porque quiere estarlo) está más que equivocado: más tarde o más temprano, tendrá que ver con ese elemento humano. Porque humanos somos todos.
super
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