Ya debemos regresar. Así que es hora de llenar, de nuevo, los papeles de regreso y comprar la maleta para volver a Colombia; tanto en la aerolínea como en el Centro de Miami.
Así que acompañamos al Papá al centro para comprar la maleta -en un azul Miami que nos encanta: no puedo esperar a usarla de nuevo!- en su proveedor habitual, un negocio a pie de calle que, se ve, es de los pocos que han sobrevivido a la Pandemia. Ésta ha pegado duro en este sector de la ciudad; lo que podría llevar a una gentrificación acelerada del Centro, algo que ya ha comenzado a ocurrir con las zonas que miran directamente a la Bahía Vizcaína.
Empacamos, y estamos listos para regresar. Llenamos los papeles del regreso (de nuevo, por favor, son 10 minutos y se puede llenar desde el celular, yo lo hice con el CheckMig de Felipe y yo) y estuvimos listos para ir al aeropuerto.
Allá, oh, tragedia: mientras hacíamos la fila y chequeábamos el equipaje con Viva (exactos 20 kilos jejeje) vimos como los funcionarios devolvían a un grupo de amigos y a otras dos familias (una en el mostrador de al lado de nosotros) por no tener la prueba de Coroavirus. Sin prueba, no hay viaje de regreso a Colombia. Hagan caso, que las aerolíneas están facultadas por el Gobierno para bajar gente de los aviones; y vi cómo a la gente del lado mío, literalmente, le pasaba.
El Papá, que es un alma de Dios, se les acercó y les dio las señas de BioCollections, contándoles que a nosotros nos había ido bien con ellos. Ojalá les hayan podido ayudar en algo y hayan podido viajar; pero tengan en cuenta que este tipo de contratiempos se traducen en dos noches más de hotel, mientras pueden resolver su problema. No hagan esto a la colombiana.
El avión -con algunos puestos menos- salió de regreso a Medellín a tiempo, de un aeropuerto cuya terminal internacional estaba tan vacía como la ciudad. En la terminal doméstica -de American Airlines, la Norte- sí había vida, ruido, gente y aglomeración, razón por la cual la evitamos; prefiriendo irnos a la del Sur, así no hubiera nada. Porque, sí señores: igual que en Rionegro, la inmensa mayoría de los locales comerciales están cerrados, y las opciones de comida a nuestro alcance estaban limitadas a Subway y Dunkin’ Donuts.
Llegamos a Colombia igualmente a tiempo; pero la lentitud en implementar protocolos de bioseguridad se tradujo para nosotros en 1 hora más de espera entre aterrizar y que nos sellaran el pasaporte, entre filas, protocolos, revisión de papeles y prueba de covid; e ingreso al país.
Afortunadamente, la funcionaria de la DIAN agilizó el procedimiento y pudimos llegar a la casa a eso de la 1,00 a.m. a dormir, reventados pero felices de haber llegado a casa.
Y lo reiteramos: bendito sea el túnel. Pudimos recortar mucho camino de Rionegro a Medellín.