Hace años hubo, en Medellín, una exposición inmersiva de Van Gogh en la Caja de Madera que me gustó mucho a la que fui con mi amiga Isa. Digo inmersiva porque era una exposición virtual hecha con proyecciones, en el que quien entraba quedaba inmerso en la obra del artista, e iba recibiendo información adicional sobre su trabajo y su vida mientras caminaba por todo el espacio.
Las proyecciones animadas iban contando una historia (la historia de Van Gogh, por supuesto), mostrando el estilo de Van Gogh, y uno iba caminando y disfrutando de la música y de la información presente.
Esta vez, me enteré que en Bruselas habría una así, pero de Klimt. Me emocionó mucho saberlo, pues me gusta mucho el trabajo de Klimt y, además, lo vi como un descanso y una tarde libre del momento de estudio en que estaba. Me sentí un poco irresponsable por darme la tarde libre mientras mis compañeros estarían estudiando, pero también me sentía cansada, encerrada…ensolvada, nunca mejor dicho. Culpa y todo, no lo pensé mucho: compré la boleta, e inmediatamente después compré el tiquete de tren para llegar a Bruselas.
Ago muy bueno es que SNCB era uno de los patrocinadores, por lo que cada boleta para Klimt daba la posibilidad de un 50% de reducción en el tiquete de tren, lo que facilita la movilidad. En cuanto a la galería, la Galería Horta, queda muy cerca de la estación central de Bruselas, adonde llegué con el tiempo para darme una vuelta por la plaza principal de la ciudad antes de entrar a la exhibición.
Aprendí muchísimas cosas de Klimt, de cómo su familia y su educación en Viena influyeron sobre su uso del color (sobre todo del dorado) y cómo a su vez él mismo influyó también sobre otros movimientos de la Belle Époque que tan bien supo retratar.



Adoro a Klimt 🙂
Divino el Pitufo!