Esta historieta es la respuesta a esas preguntas. Por supuesto, a la manera de Tintín: con aventuras, persecuciones, caídas de alturas que suenan casi imposibles de sobrevivir y un hecho fortuito que les da una ayuda tan invaluable al final, que no sobra preguntarse si no estaría alguien en muy altas esferas en complicidad con ellos.
De nuevo, podemos ver el Choque de Civilizaciones. Pero, por supuesto, Hergé no lo muestra de forma seca, sino a manera de chiste: lo personifica Haddock. Con su manera de adaptarse a las llamas, a las costumbres del país (a todos los países en general) muestra un poco las maneras de la generalidad de los occidentales frente a costumbres que no son las propias. Tintín intenta ser más respetuoso con las costumbres locales, pero no duda en usar las que estén a su favor. Finalmente, las civilizaciones alcanzan una tregua y el sol brilla de nuevo en las montañas de los incas.
De nuevo, Hergé nos lleva a conocer pueblos exóticos, antiguos y sabios, que han sobrevivido al paso del tiempo y que sin duda van a seguir viviendo en el corazón de sus habitantes, siendo este otro de sus mensajes, personificado en Zorrino, el pequeño guía de Tinín y Haddock, y en su decisión al final del libro.
